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Odín es nombre de perrooctubre 25Hace unos años comencé a ver una serie solo por el título y unos segundos de trailer. Se llamaba American Gods y el primer episodio era lo suficientemente confuso y extraño como para atraer mi atención: se desarrollaba en Estados Unidos pero pululaban por allí un Odín venido a menos, un Leprechaun que repartía hostias y dinero con igual alegría y una sinpar mezcla de dioses nuevos y viejos que andaban a la gresca por algo muy sencillo, muy simple y enormemente poderoso: el recuerdo. Su premisa no podía ser más potente: los dioses no viven de otra cosa que no sea del recuerdo, de las menciones, de los comentarios. Como si fueran pequeños adictos al feed de Instagram necesitan ser recordados, ser relevantes para materializarse. Y en este mundo moderno, inmediato, mientras los viejos dioses ven como nadie habla de ellos otros dioses (el dios tecnológico, el dios de los medios) emergen sin piedad acorralando a las viejas deidades hasta llevarlas a la irrelevancia. Malos tiempos, entonces, para el recuerdo. Tan malos, que al quinto episodio dejé de ver la serie. Hay palabras tan cercanas unas de otras que casi se tocan. Pasa con notoriedad y reconocimiento. Algo es notorio cuando es importante, casi famoso. Algo es reconocido cuando, qué decir, no es que te conozcan sino que te reconocen, saben quien eres casi por tu forma de andar y viéndote de lejos. En marca hablamos de notoriedad y reconocimiento como los ejes finales de todo lo que hacemos. Nuestro trabajo es facilitar la notoriedad para desde ahí llegar al reconocimiento que es algo que suena fácil pero que es enormemente complejo. El reconocimiento de marca es casi un unicornio, algo que sucede entre nuestros públicos más selectos, si es que sucede. Uno quiere ser reconocido pero no invertir el tiempo y el esfuerzo para serlo: queremos ser Nike sin comernos sus 60 años de esfuerzo de trabajo, de decisiones, cagadas, aciertos, enfoques e inversiones. Y hay algo que no suele fallar: el tiempo forma parte de la fórmula magistral del reconocimiento. Aunque haya quien no lo quiera reconocer. En Homo Deus, Harari habla de la importancia de las redes de sentido. No sé refiere explícitamente a las marcas (aunque también) sino a la relevancia de establecer visiones compartidas que se retroalimentan hasta que algo que no tiene que ser verdad porque no puede serlo (Nike es la mejor marca deportiva del mundo, por ejemplo) se convierte en verdad para mi o para mi grupo. Las redes de sentido, entonces se crean desde la coherencia interna, desde lo que el grupo admite como verdad para, desde ahí, crecer y reproducirse como si fueran un meme: asociamos una marca a una idea. Lo ideal, entonces, sería pensar que el trabajo está hecho, que por fin lo hemos conseguido. Nada más lejos de la realidad: ahora hay que mantenerla. Que se lo digan a Odin. La cita del mes El crédito es la manifestación económica de la confianza. Para estar al día
En Radio 5En esta edición de Fin de Mes hablamos a fondo sobre esa necesidad de reconocimiento y notoriedad con la que viven todas las marcas. Para leer tranquilamenteHay líderes y líderes. Este artículo repasa uno de los tipos de liderazgo más comunes, el liderazgo de servicio, y cómo comenzar a intentar trasladar esta forma de liderazgo más allá de uno mismo. Una pequeña oda a esa tecnología con un propósito único que no intenta que pases más tiempo en ella o que hagas más cosas sino que simple y llanamente hace una cosa y, a poder ser, la hace bien. Para mejorar procesos
Miscelánea
¿Lectura recomendada? No, recomendadísima
El almanaque del pobre Charlie Se acaba de traducir al castellano uno de esos libros que merece la pena leer en cualquier idioma. Las enseñanzas, en forma de charlas y relatos de Charlie Munger, socio de Warren Buffet y una de esas mentes que cada vez que se abren dejan perlas de incontrovertible sabiduría.
😂 El chorradón Los extremos se tocan: Juega a adivinar si la foto es de un perfil de LinkedIn o de alguien buscado por la Interpol |
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Edición y reflexiones locas: Alex Sanz
Diseño e ilustración: Irene Aguilar
¡Eh! ¡Lo de las cooooookies!
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